viernes 19 de abril de 2024
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Kuldeep Singh | El diputado – empresario – pistolero y la agonía del relato macrista también en Salta

El legislador que comandó a pistoleros para cobrarse una deuda ya está detenido. Su caso representa el ejemplo grotesco de la promesa de redimir a la sociedad con el ingreso de “empresarios exitosos” a la política. (Daniel Avalos)

En los últimos diez años el macrismo y los medios de comunicación que impulsaron su apogeo pusieron en el centro del debate social la categoría “relato”. El término hacía referencia a un discurso que deformaba la realidad y ocultaba la verdad para ponerlo al servicio de malignos demagogos. Entre estos estaba Cristina Kirchner quien – según sus detractores – se mantenían en el Poder porque el relato “K” hechizaba a unas masas que vivían alucinadas por un imaginario fantástico y ajeno a la realidad. Con semejante ejercicio intelectual, las nobles conciencias autoproclamadas republicanas encontraron la justificación para seguir practicando una conducta centenaria: detestar sin complejos a los líderes “populistas” y aborrecer sin culpas a las masas populares que dejaron de ser los “cabecitas negras” en el siglo XX a los “choriplaneros” del siglo XXI.

A los primeros acusan de ser manipuladores dispuestos a cruzar todos los límites para instaurar una tiranía; a los segundos de constituir una plebe idiotizada proclive a enamorarse del primer aventurero o aventurera que la enamorara con engaños. No vamos a ejercitar una genealogía de los “relatos” y de su rol en la política. Hacerlo sería un ejercicio interesante y útil, aunque carecemos aquí del tiempo necesario para ello. Sí queremos enfatizar que las buenas conciencias republicanas concluyeron en su momento que la lucha por el gobierno contra el pernicioso populismo no sólo era cuerpo a cuerpo y voto a voto, sino que precisaba también de un relato que rivalizara con el populista. A esa necesidad debe su existencia el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba quien fue el encargado de darle forma acabada a un relato macrista que – como todos – puede exitosamente internalizarse en la población como verdadero aun cuando lo que el mismo diga de un partido político y de sus miembros no necesariamente se corresponda con lo que ellos efectivamente son.

El diputado por Rosario de la Frontera, Kuldeep Singh, fue un típico emergente de esa cultura macrista que en lo central asegura dos cosas: que en tiempos en donde las mayorías que definen elecciones no se interesan por la política, nada mejor que candidatear a quienes provienen de la no política; y que en ese marco, para redimir a la sociedad resultaba imperioso el ingreso a la política de la mayor cantidad posible de empresarios exitosos que transfirieran a lo público su experiencia en el ámbito privado. Singh llegó con ese rótulo a la Cámara de Diputados de Salta, aunque la fama de la que hoy goza obedece a una escena gansteril: las cámaras de seguridad de una empresa que regó cheques sin fondos entre productores, registró el momento en que haciendo de capo mafia lideraba a una banda de feroces pistoleros con el objeto de cobrarse una deuda.

A casi un año de su ingreso a la legislatura, ningún proyecto de ley distinguió al empresario exitoso que desembarcó en la política y sólo fue noticia por dos razones: su capacidad para migrar de un bloque político a otro – del oficialista Frente Salteño pasó al bloque de “Un cambio para Salta” que responde a Juan Carlos Romero y en menor medida a Gustavo Sáenz – y los hechos que ahora determinaron su desafuero y detención. Lo uno y lo otro posee un alto valor analítico al permitirnos concluir lo siguiente: el dinero no convierte ni en mejores personas ni en mejores políticos a quienes lo detentan.

Atajémonos rápido de la reacción macrista que bien podría respondernos que el charlatán de un relato no necesariamente deslegitima el relato mismo. Esquivemos el pistoletazo y respondamos con hechos imposibles de negar: Kuldeep Singh no representa una excepcionalidad ni un fuera de lugar entre los empresarios que en los últimos dos años actúan en política. Son innumerables los cultores de la meritocracia que quedaron salpicados por su participación en hechos delictivos y muchos de ellos están imputados, procesados y hasta encarcelados por hechos de corrupción: desde el primo del presidente de la nación Angelo Calcaterra hasta el poderoso Paolo Rocca, CEO de Techint y uno de los empresarios más importantes de la Argentina.

Acá una digresión se impone. Servirá para admitir que en todos los casos los miembros de la Justicia que intervienen y procesan a esas figuras están sospechados de haberse prestado a la vieja práctica de poner el sistema judicial al servicio de operaciones que buscan dirimir disidencias políticas. Ello ocurre con Claudio Bonadio en la causa de los cuadernos, pero también con la jueza Ada Zunino que en la causa Kuldeep Singh y otros siempre llega tarde a todo por desidia, complicidad o incompetencia, para enojo de los propios legisladores que se habían convencido que la inacción de la magistrada los envolvía en una atmósfera de sospecha que sólo pudieron disipar presionando para desaforar al imputado.

Hecho el rodeo, volvamos al diputado – pistolero salteño simplemente para decir lo siguiente: la escena gansteril que protagonizó es el ejemplo más grotesco de un tipo de empresariado que hace dinero recurriendo a mecánicas en donde la frontera entre lo lícito y lo ilícito es por lo menos borrosa. Si eso es más visible hoy que hace dos años, ello obedece a que el relato macrista también los enamoró y los deslizó a querer regular directamente el funcionamiento del Estado para descubrir ahora – para pesar de ellos y beneficio de la sociedad –  que su desembarco en la política los predispone a ser parte de algo que los miembros del Poder económico que navegan en la turbiedad de los negocios siempre prefirieron evitar: ser noticia.

Ser noticia es tan nocivo para quienes están acostumbrados a moverse en las sombras, que la riña que involucró al diputado Singh con Nutribras S.A. expuso al primero pero también a la segunda que a pesar de recibir promociones millonarias del gobierno provincial regó entre productores cheques sin respaldo. Y acá pasamos de la agonía del relato macrista a las mentiras del relato neoliberal. Éste tiene más años, contiene ideológicamente al relato “M” y en Salta se instaló durante el gobierno de Juan Carlos Romero y se mantuvo en las gestiones de Juan Manuel Urtubey que – como buenos cultores de la filosofía noventista – aseguran que para alcanzar el crecimiento económico se debe facilitar a como dé lugar el acceso de «los inversores» a la producción, garantizarles la maximización del lucro, reducir al mínimo la regulación estatal y promover créditos que esos empresarios embuchan en sus insaciables picos sin derramar demasiado en la sociedad y embaucando incluso a los productores que le proveen de materia prima.

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