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El suplicio de Tántalo | Sobre conflictos por el agua en el Valle de Lerma en el año 1900

Un artículo periodístico de 1900 evoca el mito griego para comparar el suplicio que padecían los habitantes de Cerrillos en aquellos años. Con el título de “Verano en seco”, se sintetizaba un drama que involucraba a los habitantes de Rosario de Lerma. (Raquel Espinosa)

En la mitología griega, Tántalo era hijo de Zeus y de Pluto (una ninfa asociada con las fuentes, ríos y lagos) y se convirtió en uno de los habitantes del Tártaro, la parte más profunda del Inframundo, como castigo por sus pecados pues habiendo sido invitado por Zeus a la mesa de los dioses en el Olimpo luego se jactó de su suerte entre los mortales; además reveló algunos secretos que había oído en la mesa, robó algo de néctar y ambrosía y los repartió entre sus amigos, negó la divinidad de Apolo y raptó a un príncipe frigio. Pero, además, mató a su propio hijo y lo ofreció en un banquete. Estos y otros delitos fueron la causa de que Zeus asolara su reino y lo torturara a él a perpetuidad. Su castigo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla, bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. En el tiempo sin tiempo del relato mitológico, cada vez que Tántalo intenta tomar una fruta o sorber algo de agua estos elementos se alejan de su alcance. Además, pende sobre él una enorme roca oscilante que amenaza con aplastarle.

Este mito griego sirvió como ejemplo, a través de diversas épocas, para comparar a otros hombres o mujeres que estuvieran en una situación similar. Quien padece el suplicio de Tántalo no puede alcanzar lo que más desea, aunque lo tenga al alcance de su vista, es decir, muy próximo a él. Implica la imposibilidad de disfrutar, de obtener logros, de encontrar la felicidad. Es por lo tanto sinónimo de frustración y de esperanzas perdidas.

Un artículo periodístico de 1900 evoca este mito para comparar el suplicio que padecen los habitantes de Cerrillos durante los días de verano, cuando el sol aprieta y la falta de lluvias se hace sentir cada vez más. Con el título de “Verano en seco” y el subtítulo “Mitología criolla” se sintetiza magistralmente el drama que, por momentos, adquiere visos de comedia o incluso de sainete. La nota comienza informando que las localidades de Cerrillos y La Merced son, a comienzos del siglo XX, importantes centros de veraneo debido, entre otros factores, a la posibilidad de llegar a esos lugares a través de un cómodo viaje en las unidades del ferrocarril Central Norte, ocupando una cómoda butaca de los Pullman. Pero esta situación cambia por los excesivos calores y “el pueblo de Cerrillos se queda en seco”.

Así, planteado, el problema tiene una raíz de índole natural, climatológica. Sin embargo, en seguida entran en escena los personajes que, presentados como dioses, son en realidad humanos y vecinos a quienes el periodista acusa como los verdaderos responsables de la tragedia de los cerrillanos: “Los dioses de arriba, es decir, los Neptunos del Rosario de Lerma, cortan las corrientes de aquella agua eternamente turbia con la que regalan á los Cerrillanos y los dejan en seco, martirizándolos con el suplicio de Tántalo” (sic).

Para quienes han vivido o viven en el valle de Lerma esta nota, fechada más de cien años atrás, puede adquirir el valor de un documento que acredita la antigüedad de un mal aún no resuelto. Tanto la falta de agua, en ciertas épocas, como el tema de las inundaciones en otras, nos hablan de las características de un valle cuyos ríos, arroyos o vertientes naturales así como los desagües y sus pertinentes canalizaciones no han sido lo suficientemente atendidos.  Los problemas de ellos derivados no estuvieron como temas centrales en las agendas de las sucesivas administraciones y, por lo tanto, más de cien años después las inquietudes de quienes viven en el valle siguen siendo semejantes.

Ante adversidades de esta naturaleza sólo parece ser posible recurrir al humor; así, por lo menos, procede el articulista para evaluar tan lamentable suceso: “Entonces la sofocación, no tiene límites, y los vecinos corren al monte sagrado (colinas próximas) á pedir misericordia á los dioses rosarinos, los que se contentan con enviarles ráfagas de aire fresco”.

La mitología criolla a la que refiere el título ha sido inscripta en clave de ironía, ya que, lejos del imponente Olimpo, los cerrillanos deben conformarse con las colinas próximas para llorar sus penas y enfrentar el desdén de sus vecinos que no les dan el agua tan deseada sino sólo “ráfagas de aire fresco”.

El agua ha sido el factor principal para el establecimiento y la supervivencia de las sociedades desde épocas milenarias; un recorrido por la historia de la Mesopotamia en Asia o de Egipto entre otros ejemplos nos ilustra sobre el caso. Las guerras entre pueblos tenían que ver con el dominio de las tierras cercanas a las fuentes de agua y el éxito de las sociedades y sus gobernantes –reyes y funcionarios- dependía de la construcción de canales y diques y de su almacenamiento y cuidado.

Por esta razón, la presentación de los rosarinos como “Neptunos” adquiere un significado especial en la nota de El Cívico. Neptuno es un dios de la mitología romana que gobierna todas las aguas y mares y cabalga las olas sobre caballos blancos. Se lo conoce como Poseidón, en la mitología griega. Este dios eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales donde quiera.

“Los Neptunos del Rosario” parecen tener un poder similar al de la mitología griega pues los cerrillanos se ven obligados a levantarles un templo: “…donde van en piadoso desfile á implorar el perdón de sus culpas y pecados en cambio de una corriente de agua turbia”.

El autor aclara que los habitantes de La Merced también deben pasar por una situación similar aunque no tengan aún levantado un templo allí.

A partir de esa última expresión el discurso adquiere una nueva dimensión. El autor deja de lado la ironía para expresar, con tono profético y cierta fatalidad, el destino de Cerrillos y La Merced: “Triste destino el de estas villas que se encuentran á merced de dioses olímpicos tan caprichosos y crueles, como no hay ejemplo en la mitología criolla de otros iguales!”

Ni drama ni comedia. En el discurso se impone la tragedia pues parece que nada ni nadie puede cambiar la vida de estos pueblos. La desazón se ha apoderado de quien tan magistralmente elaboró esta nota haciendo alarde de su erudición y cumpliendo su papel de periodista comprometido con su medio. Pequeño quijote de las letras, como todo periodista, se enfrentó a los poderes de turno. Seguramente muchos lectores habrán aplaudido su audacia en aquel momento, tal vez otros se hayan sentido algo incómodos. Ojalá haya contribuido a resolver en parte el problema planteado. Muchos de nosotros, lectores contemporáneos, tenemos la posibilidad de leer o releer su nota rescatada de un archivo histórico que preserva parte de nuestro pasado, nuestra historia y, en parte, nuestro porvenir.

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