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Efemérides | Un 5 de mayo de 1818 nacía en Alemania Karl Marx, el padre del comunismo

Imposible repasar su vida y su vasta obra aquí, aunque conviene detenerse en lo medular de su doctrina para preguntarnos sobre su vigencia para transformar una realidad que sigue sofocando.

Una de esas ideas medulares es la siguiente: la certeza de que el conflicto es el motor de la Historia y que ese conflicto en la era moderna lo protagonizan los trabajadores que para vivir, venden por un salario parte de su tiempo a quienes poseen los medios de producción que pueden ser desde los dueños de fábricas que manufacturan materia prima o subjetividades, hasta los propietarios de tierras en donde se produce la materia prima.

La idea del conflicto provine del filósofo alemán Frederick Hegel, quien en un escrito titulado “Dialéctica del amo y del esclavo” sentenció que lo propio de la conciencia humana es desear deseos y que en tanto tales deseos nunca son iguales, estos se enfrentan en una lucha a muerte en búsqueda del reconocimiento del otro. He allí el origen de un conflicto en el que triunfa aquel cuyo deseo es más fuerte. Por lo tanto, decía Hegel, quien renuncia a su deseo por temor a perder y termina deseando sólo no ser aniquilado, deviene en esclavo de quien triunfando se convierte en un amo que se entrega al ocio porque el esclavo genera el producto para que él lo consuma y lo goce.

De tal razonamiento se apropia Marx quien atando su destino a los trabajadores, consideró que estos contaban con la ventaja de estar en contacto directo con la producción que al transformar la materia, genera cultura, motoriza el movimiento y se convierte en el sujeto capaz de revolucionar la sociedad para la cual debe proponerse terminar con el dominio de una burguesía que así – advertía Marx – habría generado a su propio sepultero: la clase obrera llamada a enterrar al capitalismo para dar lugar a una sociedad superior representada por el socialismo.

Esas ideas dieron forma al concepto de Revolución como mito de renovación histórica. Un concepto que nació en 1789 con la revolución francesa y tuvo su cenit en 1917 con la rusa, aunque finalmente agoniza desde 1989 cuando la Rusia soviética se derrumbó sin necesidad de que el imperio la empujara demasiado.

Tal agonía del concepto de revolución social no impide que muchas ideas de Marx mantengan vigencia. Habrá que admitir, no obstante, que el fracaso de los llamados socialismos reales posibilito esta época rara en donde los amos parecieran no necesitar de los esclavos ni siquiera para ser reconocidos en su condición de tales. Ocurre en una sociedad en la que la modalidad del trabajo propio de la era industrial, va perdiendo terreno producto de la emergencia y consolidación de un tipo de capitalismo en donde los “amos” no tienen trabajo para darles a los “esclavos” ni les importa tenerlo porque simplemente descubrió que puede acumular dinero jugando con dinero, tal como ocurre con los modelos de acumulación financiera que hoy hegemonizan al planeta en general y a nuestro país en particular.

Por eso la sociedad del nuevo milenio es una sociedad de excluidos, gente que no necesariamente mantienen una relación con la materia a la que transforma y que según la interpretación del propio Marx, era el medio por el cual el esclavo superaría dialécticamente al amo. Tal situación es una de las claves que explica la crisis en la que se encuentran hoy los partidos que se reivindican marxistas. Fuerzas políticas y militantes que a pesar de su comprobado compromiso con los oprimidos, siguen atados a unas coordenadas que siendo exitosas en otros tiempos hoy muchas veces quedan dando vuelta en el aire ante condiciones de existencia que volvieron extemporáneas ciertas categorías.

Tal desbarajuste no es poca cosa. Y al mismo lo podemos graficar con categorías empleadas por el propio Karl Marx. Por ejemplo aquellas que hacía referencia a las llamadas “armas de la crítica” y “crítica de las armas”. La primera es lo que Marx ubicaba en el ámbito de la teoría que siendo exitosa para interpretar e intervenir en la sociedad, podía ser internalizada por las masas que así incrementaba su “fuerza material” (la crítica de las armas) para abatir la fuerza material de la burguesía con lo cual el padre del comunismo concluía así que la filosofía estaba al servicio de la transformación.

Esa ecuación que durante un siglo fue válida para millones de militantes, hace rato que ha perdido potencia porque los sacerdotes del marxismo congelan las creaciones heroicas de Karl Marx en modalidades del siglo XIX y por lo tanto la teoría no se vehiculiza ni entre las masas ni entre miles de militantes que se desempolvan de sentencias canonizadas porque simple y poderosamente buscan la emancipación de los explotados, pero también la salvación inmediata de los excluidos cuya urgencia no está puesta en la revolución, sino en que el circuito productivo que los vomitó vuelva a incluirlos. Tampoco es poca cosa. Es obligar al capitalismo actual a convertirse en algo que hoy ni es ni quiere ser.

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