Las calles volvieron a marcar el rumbo de lucha contra un gobierno que sostiene los vicios de todas las conducciones democráticas desde el regreso de las elecciones libres, pero que además reaviva las moralinas con las que los genocidas justificaron su truculencia. (Franco Hessling)
Sábado 24 de marzo de 2018, hace 42 años que las tres armas interrumpían vía golpe de Estado el último gobierno peronista del que formó parte Juan Domingo Perón, por entonces ya en manos de su viuda y primera en la línea de sucesión, Isabel Martínez.
Todavía con el general en vida, José López Rega, el brujo, se asió de un equipo de técnicos en persecución militar que urdió la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un ensayo caro en vidas de lo que luego radicalizarían las fuerzas con un abierto terrorismo de Estado: mecánicas de detención clandestina, torturas, fusilamientos y desapariciones forzadas.
Podría hallarse los gérmenes del terrorismo de Estado que inició en 1976 en las mecánicas de la autodenominada «Revolución Libertadora» y sus fusilamientos prematuros a rivales políticos. Pero, la figura del «desaparecido» tomó extraordinario auge recién con las acciones de la junta militar de mediados de los setenta.
Con las declaraciones del genocida a cargo del Ejecutivo de facto, Jorge Rafael Videla, que lo afirmó sin atenuantes en una conferencia de prensa, el desaparecido se convirtió en un emblema de lucha contra ese terrorismo de Estado.
Circunspecto. «Recto», como gusta decir la oligarquía, Videla dijo textual: «Los argentinos no tenemos nada que ocultar ni nada de qué avergonzarnos, porque justamente eso ocurrió (las desapariciones) en defensa de los derechos humanos del pueblo argentino, gravemente amenazados por una agresión del terrorismo subversivo que pretendía cambiar nuestro sistema de vida».
Y completaba: «Con una visión cristiana de los derechos humanos (…), frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido, si el hombre apareciera, bueno, tendrá un tratamiento ‘x’, y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tendrá un tratamiento ‘z’, pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido».
Apariciones
En los últimos años, al calor de los juicios por genocidio y delitos de lesa humanidad, las movilizaciones del 24 de marzo habían primero cobrado aireado impulso y luego clarificado posiciones políticas entre todos aquellos, amplio espectro, que no comparten la «visión cristiana de los derechos humanos» que expresaba Videla.
Los y las peronistas-kirchneristas, devotos de la pátina setentista que mucho hacía por la memoria y menos por la vigencia de los derechos humanos, por una parte, y la izquierda combativa y revolucionaria por otra, aglutinadas en el espacio de lucha contra la impunidad de ayer y de hoy del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.
La división de actos de cierre se mantuvo hoy como desde hace algunos años: esta tarde los primeros terminaron, como desde hace menos de una década, con un recital y lectura de documento único en el portal de la memoria del Parque San Martín. Los segundos, tal como sucede históricamente, concluyeron la marcha en la plaza 9 de julio con un acto con micrófono abierto para las corrientes.
La marcha estuvo unificada durante varias cuadras, llegó a sumar seis repletas, al menos unas tres mil quinientas personas. Luego se bifurcaron los caminos, casi en partes equitativas, y unos/as se dirigieron al parque San Martín y otros/as al mástil de la plaza central, donde también se realizaron actividades previas a la movilización.
Los pañuelos blancos, tal como los verdes que coparon con la demanda de aborto, legal, libre y gratuito las calles el 8M, aparecieron por miles en las últimas semanas.
La campaña de pintadas se promovió como mensaje contra la indiferencia del actual gobierno nacional de Cambiemos, que restituyó beneficios a genocidas y viene robusteciendo un estado policial-militar que ya se cargó jóvenes, militantes y pobres. Vidas que ese modelo de estado considera no sólo residuales sino también enemigas del orden, tal como Videla observaba a los «subversivos» de su tiempo.
Hoy fue una jornada de lucha cargada de espesor histórico y con el aditamento coyuntural de aparecer, cobrar presencia, en un contexto de indiferencia, de intencionada invisibilización, de denodada relativización del genocidio: el gobierno nacional no organizó ningún acto oficial por el Día de la Memoria.
Las organizaciones sociales y políticas volvieron a hablar en la calle, aparecieron y seguirán apareciendo para que el Nunca Más sea indeleble. Fueron más de 30 mil y fue un genocidio. Multiplicamos los 30 mil y mantenemos la lucha contra toda expresión democrática cómplice, por acción u omisión, que sostenga las prácticas de persecución y asesinato estatal, y de oscurantismo sobre los archivos históricos que revelan la última dictadura como un asalto militar, cívico y eclesial contra la mayoría del pueblo argentino.