martes 17 de septiembre de 2024
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Conflicto docente | Gustavo Sáenz: 14 funcionarios que cobran como ministros y ninguna flor

La impericia de asesores modificaron el escenario del gobernador: debía ser el conductor que arbitrara las contradicciones desde afuera, aunque la contraofensiva de los docentes autoconvocados lo convirtió en una más de ellas. (Daniel Avalos)

Para Romero primero y Urtubey después, los conflictos docentes representaron un drama que empieza a vivenciarlo Gustavo Sáenz. La razón puede sintetizarse así: la docencia sigue siendo la única fuerza social capaz de vetar las políticas salariales que los gobiernos pretenden imponer al conjunto de los asalariados. Es cierto, no siempre tal docencia logra los salarios que dice merecer, pero siempre son los gobiernos quienes pagan el costo de la disputa al menos en dos sentidos: por el desgaste que genera entre la población el inicio irregular de las clases y por quedar en evidencia los límites de la gestión gubernamental.

Lo primero es un problema social; lo segundo uno de tipo político. Si lo último provocará fisuras en el equipo gobernante es algo que está por verse. Lo indudable, en cambio, es que a pesar de contar con 14 funcionarios que cobran como ministros (10 formalmente designados, dos coordinadores de gobernación, el Delegado de la Casa de Salta en CABA y el Representante de Relaciones Internacionales según el relevamiento que CUARTO realiza para analizar el total de nombramientos en 100 días de gobierno), la impericia de quienes debían asesorarlo y llevar adelante las negociaciones obligaron a Gustavo Sáenz a bajar al barro y poner en juego su propio capital político.

Ilustremos el cambio de escenario apelando a una imagen cinematográfica: la de una colina que los ministros debían ocupar venciendo la débil resistencia de entidades gremiales que al final tenían que aplaudir al gobernador cuando este anunciara que la casa está en orden. Desde el viernes pasado ese escenario se desmoronó y dejó ver otro: docentes autoconvocados tomando posiciones en la colina para debatir cara a cara con el gobernador quien al hacerlo, debió contradecir el enunciado de los funcionarios que aseguraban que los autoconvocados carecen de la personería jurídica para ser parte de las paritarias. La traducción política del asunto podría verbalizarse así: el objetivo de presentar al líder como el conductor que resuelve las contradicciones desde arriba ha concluido en este caso puntual y el mandatario pasó a ser una más de esas contradicciones.

Habrá que admitir que Sáenz tiene razón cuando balbucea que los problemas que superan sus buenos propósitos son heredados de la administración anterior; pero ello no elimina el error político de haber querido convertir en profetas a representantes sindicales que carecen de fieles. Plan que además fue mal ejecutado por los ministros Matías Canepa y Roberto Dib Ashur quienes mostraron sus límites como voceros: nula elocuencia e incapacidad para instalar una agenda favorable a los planes del oficialismo a pesar de contar con muchos medios de comunicación amigables, aspectos a los que debe sumarse la rapidez con que rompieron vínculos con los autoconvocados a quienes ningunearon primero y amenazaron con descontar los días no trabajados después. Son los riesgos de recurrir a personas que no entienden que la aplicación de medidas requiere de interlocutores válidos con los que se debe mantener canales de comunicación. Carencia lógica en gobiernos que enaltecen a tecnócratas desvinculados de la vida de trabajadores corrientes o a sujetos que proviniendo del patriciado creen que las sociedades deben responder a un ordenamiento en donde unos mandan y otros obedecen; lógica ésta que los “modernos” del gobierno reproducen suplantando la variable “casta” por la de “triunfo electoral contundente”.

En medio de ese contexto que se incubaba desde hacía al menos un mes, la fuerza policial que dirige el militar de bastones largos e ideas cortas – Juan Manuel Pulleiro – arremetió contra los maestros apostados en el Centro Cívico Grand Bourg. El resultado fue un calco de lo ocurrido ante hechos similares protagonizados por Romero y Urtubey: el fortalecimiento de la voluntad de lucha. Fue entonces cuando Sáenz bajó al barro y cuando del escenario imaginado originalmente desaparecieron los gremios y los ministros para dejar entrar a los Autoconvocados y al gobernador que debió recibir a quienes hace 15 años – insistamos – se ocupan de vetar iniciativas gubernamentales por prepotencia de número y de militancia gremial.

Lo último se explica por variables de tipo objetivas y subjetivas. Lo primero se relaciona con un hecho obvio: son miles de trabajadores que comparten experiencias cotidianas en los casi 1.500 establecimientos educativos existentes en Salta. La variable subjetiva, en cambio, se vincula a la existencia de un imperativo categórico en el sector: distribuir entre cientos de delegados y voceros de toda la provincia la tarea de ir al encuentro de sus compañeros para compartirles una especie de “manifiesto autoconvocado” que explica la naturaleza de la lucha, los seduce para sumarse a la misma, les relata los inconvenientes que acarrea, pero resaltando las virtudes de la misma.

Y entonces ocurre lo que viene ocurriendo hace 15 años: la docencia rompe los límites de la formalidad sindical y se enfrentan a los gobiernos: con Romero antes, con Urtubey después y ahora con Sáenz. Cuando ello ocurre, algunos tenemos la impresión de estar presenciando en la vida real a esos personajes literarios del “Gordo” Osvaldo Soriano cuando narraba la historia de memorables equipos de futbol del interior nacional: jugadores calzando indumentarias desteñidas por el tiempo; seres habituados a soportar el peloteo de los poderosos que no toleran que les convierta un gol o se les patee los tobillos; mujeres y hombres que en los reveses se engrandecen moralmente; que son dueños de un coraje entendido no como exhibicionismo ni alarde físico, sino como una discreta capacidad para soportar la adversidad; y que en medio de sucesos que parecían predecir una derrota aplastante, van encontrando nuevos impulsos para sacar el partido adelante para envidia de otros gremios que jamás se animaron a jugar un partido en serio.

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