jueves 18 de abril de 2024
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Carlos Zapata es diputado nacional | El hombre de Olmedo que se inventó a sí mismo en la política salteña

Solitario armador político de su candidatura, el olmedista parte al Congreso Nacional y convierte a la fuerza de Alfredo Olmedo en la cara de Juntos por el Cambio en Salta hasta el año 2023. (Daniel Avalos)

Para todo el activo político capitalino lo ocurrido hoy con Carlos Zapata era inimaginable en noviembre de 2019. Aquella vez tuvo que empujar desde atrás para recuperar la banca legislativa que había perdido en 2017. Dos años después secundó a Cristina Fiore, quien se ganó el “derecho” de encabezar la lista de diputados por Capital al sumar el partido que presidía (PARES) al frente electoral con el que Alfredo Olmedo buscaba la gobernación. Los 36.632 votos obtenidos (12,44%) le permitieron a Zapata reingresar por la ventana a la legislatura, mientras su mentor político –Alfredo Olmedo– partía a La Rioja para convertirse en uno de los principales exportadores de aceitunas y aceite de oliva del país. Fue entonces cuando el activo político sentenció que los logros electorales de Zapata lo abandonarían para siempre y debía asumir su nuevo mandato como el final de una carrera política que inició en el Concejo Deliberante capitalino.

Se equivocaron. El hombre que tomó la posta de la gorra amarilla en Salta comenzó a destacarse en medio de una chatura política salteña insoportable. De Cristina Fiore no se supo casi nada en estos años; el Frente de Todos era un manojo de discordias que incluía a kirchneristas que no se recuperaban de la paliza electoral y otros que, ni bien podían gatear, migraban al nuevo oficialismo provincial; mientras el oficialismo parlamentario pasaba de la gloria electoral de noviembre de 2019 a un desempeño que sólo podía verse a sí mismo bajo la luz de la lástima y la intrascendencia.

Aclaremos rápido que sería un error explicar ese protagonismo sólo por la mediocridad de los adversarios. Se trata de un contador capaz de desmenuzar números para denunciar que los ministros del gobierno se equivocaban con sus anuncios y que las segundas líneas del gobierno metían la pata para complicarlo todo un poco más. También se rodeó de un grupo de asesores que podía hacer lo mismo con proyectos de ley que el ejecutivo remitía a la legislatura. A ello Zapata le agregaba la denuncia permanente por hechos de corrupción en donde los malos no eran feroces pistoleros sino funcionarios con vocación de hombres de negocio que terminaban involucrados en negociados. La forma en que lo hizo también debe destacarse: en medio del cerco informativo al que lo sometieron durante meses, el presidente de “Ahora Patria” convirtió a su teléfono móvil en una especie de oficina ambulante. Desde allí partían a docenas de periodistas sus intervenciones en la Legislatura en donde impugnaba al gobierno, a funcionarios del mismo y al propio gobernador.

Hacia los meses de agosto y septiembre del año 2020 los resultados comenzaron a evidenciarse. Referentes de organizaciones sociales sin un minuto de olmedismo lamentaban que Zapata se hubiera erigido como el opositor provincial cuando todos creían que tal rol lo ocuparía un kirchnerista. Paralelamente, el oficialismo provincial abandonaba la táctica del ninguneo para convertir a Zapata en el blanco de sus ataques. El legislador lo celebraba. Ya no era el vocero solitario de su relato. Cuando funcionarios y legisladores oficialistas lo acusaban de todo sólo conseguían agigantar la figura del presidente del partido “Ahora Patria”.

Por entonces Zapata profundizaba otro eje de instalación:  antikirchnerismo explícito. El terreno también lo beneficiaba. El PRO estaba intervenido y se debatía entre figuras alineadas con un gobierno provincial cada vez más cercano al nacional y con un interventor –Gustavo André– sin peso político propio. Los radicales salteños, por su parte, se mostraban como siempre: balcanizados. Dirigentes como Miguel Nanni o Rubén Correa se unían para quedarse con la presidencia del Comité provincial y capitalino, pero ejecutando movimientos que los mostraban como pequeños traficantes de influencias. Sólo coincidían en entorpecer la precandidatura a diputado nacional de un correligionario como Héctor Chibán. Cuando éste logró imponerse a los codazos, Nanni apoyó a Inés Liendo del PRO y Correa se limitó a ver cómo las cosas transcurrían. El jefe comunal de Tartagal Mario Mimessi, por su parte, colocó una candidata propia en la lista de Guillermo Durand Cornejo. El resultado fue un viaje sin fin hacia ningún lado.

Zapata, en cambio, ya tenía en claro el futuro al que aspiraba: incorporar su partido a Juntos por el Cambio, montar una lista propia en las internas de ese frente y ocupar él mismo ese lugar si Alfredo Olmedo desistía de la candidatura. Allí debió sumar al trabajo de instalación la rosca palaciega. Le volvió a ir bien. Reuniones con referentes de todos los partidos macristas salteños, advertencia de que si no lo aceptaban el olmedismo jugaría solo debilitando electoralmente al espacio, encuentros con Juan Carlos Romero que nunca impugno la incorporación y, según el entorno de Zapata, contactos con armadores de Horacio Rodríguez Larreta que trabaja en su candidatura a presidente para 2023. No hay por qué descreer lo último. El antikirchnerismo zapatista no incluyó una sola referencia a Mauricio Macri, tal como el larretismo y Romero acordaron.

Ello explica el apoyo del exgobernador de Salta a la lista que ya encabezaba Zapata. Muchos relativizaron el tuit con que el actual senador explicitó su apoyo a la lista amarilla y a la de Inés Liendo. Parecía una postura salomónica, pero los analistas no repararon en lo central: quien se encargó de darle territorialidad a la candidatura de Zapata en la capital salteña fue un hombre de la riñonada de Romero: Aroldo Tonini. Hechos, no palabras para impulsar a un hombre comprometido con el proyecto presidencial del Jefe de Gobierno porteño y no con una precandidata como Liendo encuadrada con la línea Bullrich-Macri.

Las cosas se encaminaron. Con el apoyo discursivo y material de Alfredo Olmedo y Juan Carlos Romero, Zapata se impuso en las PASO del 12 de septiembre. Ese día su líder político, el exgobernador de Salta y la Jefa de Gabinete municipal se apersonaron al búnker. Allí Zapata habrá concluido que su arribo al congreso nacional era un hecho. Hoy lo corroboró: con poco más del 96% de las mesas escrutadas alcanzo el 30,44% del padrón provincial (186.039) y se convirtió en el candidato más votado en la capital salteña durante el año 2021: 92 mil votos (32,27%, 10 puntos más que Emiliano Estrada) contra los 79.478 que Emiliano Durand consiguió en las elecciones legislativas provinciales de agosto pasado.

Volviendo a la elección de hoy, digamos que Juntos por el Cambio sacó un punto menos que el Frente de Todos de Emiliano Estrada. Zapata debe estar lamentándolo, pero indudablemente vive su día de gloria. Muchos que no daban una moneda por él, ahora lo definen tal como Zapata ya pensaba de sí mismo. Habrá quienes digan que ahora sí la gloria se le saldrá del cuerpo. Veremos qué pasa. Lo cierto es que Zapata y Alfredo Olmedo intentarán ser la cara visible de Juntos por el Cambio en Salta al menos hasta el año 2023 para espanto de un PRO local que asocia olmedismo con lo grasa. Un PRO que deberá resolver su situación de partido intervenido que debe normalizarse mientras la UCR sigue padeciendo una crónica falencia de conducción. El terreno vuelve a favorecer al olmedismo que con un ojo mira a todos, mientras con el otro a Juan Carlos Romero.

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