viernes 29 de marzo de 2024
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Apoyan a Milei, rechazan la demanda de gobernadores del Norte | Los supremacistas porteños que quieren hablar en nombre «del pueblo»

La semana pasada, el panel televisivo conducido por Viviana Canosa denostó la idea de que nuestra región pueda discutir un modelo del país y echó al invitado que los contradecía. El pugilismo televisivo de cloaca en acción. (Daniel Avalos)

Evitemos los rodeos para el ir al grano: el género televisivo que practica Viviana Canosa es una mierda y ella ni siquiera es la mejor exponente. En el mejor de los casos, la conductora recurre a la falacia: una forma de razonamiento que supuestamente nos lleva a nuevas verdades aunque en el fondo es simple manipulación. En el peor, que es casi siempre, Canosa es parte de un contexto político caótico en donde algunos buscan herir al adversario no por la contundencia de los datos sino para autosatisfacerse y satisfacer a parte de la población que desea la desaparición del “enemigo político común”. Síntesis: conductora y público no siguen razones sino temores y entusiasmos irracionales.

Habrá quienes se pregunten por qué dedicar minutos a semejante personaje. Tratemos de responder brevemente: porque, nos guste o no, ese género y esos conductores inciden en las subjetividades de quienes deciden sus preferencias políticas nadando en un mar de chismes o precisan ratificar prejuicios y sentimientos negativos. Subestimar a estos personajes es propio de las buenas conciencias, que en nombre de lecturas canonizadas sobre el buen periodismo ensayan una sonrisa despectiva contra estos personajes que -insistamos- impactan más en la formación de la opinión pública. Y porque ahora los mencionados se ponen al servicio de denostar las demandas de los gobernadores del norte del país que exigen achicar la brecha entre Ciudad de Buenos y el interior en lo que a beneficios se refiere. El pasaje televisivo que a continuación reproducimos lo confirma.

Admitamos que quien hacía de defensor de las demandas del interior no es el mejor de los exponentes. Pero el fondo de la cuestión es otro: para los ilustrados porteños como Viviana Canosa y sus panelistas, ni Gildo Isfrán ni el norte pueden pretender discutir un modelo de país. Hay allí un deslizamiento de la grieta. Si lo que se cuestiona son los privilegios de la Ciudad de Buenos Aires, «los Canosa» parecen dispuestos a atenuar las impugnaciones al kirchnerismo para concentrarse en un interior repleto de “caudillos feudales” encumbrados por masas proclives a enamorarse del tirano. Síntesis: los norteños somos una “plebe idiotizada” y por ello no tenemos derecho a debatir el todo nacional al que ayudamos a forjar; menos aun a impugnar ciertos privilegios que gozan los habitantes supuestamente sensatos, cultos y modernos de CABA. Una gran ciudad que, sin embargo, vota por un Macri que apenas sabe leer y confunde frases, admiraba a una beata como Elisa Carrio que decía hablar con Dios, a un rabino que se disfrazaba de planta cuando era ministro, a una Bullrich que se disfrazaba de gendarme cuando ocupaba similar cargo, o a un personaje como Milei que roba pasajes enteros de libros para escribir artículos, danza en la Feria del Libro, considera que el comunismo persiste en forma de “marxismo cultural” que nubla el raciocinio de hasta los niños, no ve problema en que un rico compre un brazo amputado si alguien está dispuesto a vendérselo.

Pero volvamos a Canosa y a sus escenas. Deberemos admitir que las mismas poseen un alto valor analítico: los civilizados porteños, que durante décadas asumieron la pose de exaltar las diferencias que conforman la nacionalidad, saltan a dar mordiscones cuando los gobernadores que “barbarizan” a los hombres y mujeres del interior osan cuestionar la distribución de dinero y los esquemas políticos que favorecen a CABA en desmedro de las provincias. Allí el multiculturalismo finalmente impostado cede ante el supremacismo porteño que apoya una segregación de hecho y un país que se parece a una araña: una enorme cabeza representada por CABA con extremidades raquíticas que son las provincias. No se trata aquí de descabezar la araña. Se trata del legítimo derecho a querer fortalecer las extremidades que producen todo aquello –gas, electricidad, combustibles, alimentos- que la gran ciudad portuaria consume.

La conductora, además, no dudó en echar del programa al invitado que balbuceaba la posibilidad de defender la idea que los mandatarios del Norte Grande manifestaron el pasado viernes en la provincia de Tucumán. Viviana Canosa lo hizo en nombre de su público, pero también del “pueblo”. Uno mira y escucha la escena y dice ¡Caramba!, esta mujer que hizo del absurdo y la grosería una marca sabe qué es lo que el pueblo espera. Una especie de lideresa televisiva que se declara atónita ante la posibilidad que los barbaros del norte degeneren el vivir de quienes al parecer deben aportar menos por residir en una determinada ciudad o por el supuesto derecho de mejores. Aclaremos rápido que no se trata solo de la iracunda Viviana Canosa. Recordemos cómo Alfonso Prat Gay, ex ministro de Economía de Mauricio Macri, con ademanes sobrios y hablar pausado, lamentó que cada diez años la Argentina terminara gobernada por algún caudillo del norte o del sur que carecía de curriculum y hasta podía haber nacido en una provincia como Santiago del Estero. Reproduzca las imágenes acá si no nos cree.

Uno escucha esos materiales y tiene ganas de desenfundar la metralleta de epítetos. Pero ahí nomás uno repara que al hacerlo Viviana Canosa nos habría convertido en ella, que en ese preciso momento nos volveríamos réprobos, que ello a su vez convertiría en reprobable todo lo que salga de nuestras bocas o todo lo que escribamos porque supondría que nos volvimos piezas del espectáculo que no nos gusta: la del pugilismo periodístico de cloaca en donde el golpe bajo es el método y el objetivo siempre es descalificar al otro. No debería haber problemas para refutar con datos y razonamientos los insultos, los dogmas, las consignas y los prejuicios de la propagandista de Macri y Milei. CABA gozó de su condición de Capital Federal hasta la reforma constitucional de 1994 para recibir durante más de un siglo inversiones en infraestructura y servicios que muchas provincias nunca gozarán aunque ayudaron a financiarla; goza de precios y subsidios que provocan que el gas y la luz que no producen les resulte más barato que a los argentinos de menores ingresos y viven en las provincias en donde se concentra el recurso y la energía se produce; como lo señalaron mandatarios y legisladores de casi todas los distritos, CABA y parte del conurbano concentran el 82% del dinero con que Nación subsidia al transporte; CABA percibió aumentos de coparticipación por decreto cuando Macri era presidente y Rodríguez Larreta Jefe de Gobierno; CABA reclama policía propia, pero exige –y lo consigue– que a la misma le pague Nación cuando en el resto del país son las provincias las que deben hacerse cargo de sus uniformados que son igual de manos largas y violentos que los de CABA.

Por si todo resultara poco, también hay que tolerar la arrogancia de comunicadores que en nombre de la libertad de expresión dicen lo que quieren, aunque expulsan del piso a quien –tibiamente– pretendía fisurar el absolutismo ideológico. Uno sabe que entre los porteños y porteñas hay personas magnificas que comprenden el sufrimiento de los que menos tienen, que desean que el todo nacional del que forman parte accedan a beneficios que ellos pueden disfrutar, que sufre por la pobreza de los que viven en los márgenes del país y en el corazón de su propia ciudad. No obstante, a algunos nos queda la desoladora sensación que toda esa gente excepcional no podrá hacer nada por ahora contra la hegemonía de personajes como Viviana Canosa, que es una silueta secundaria en una obra guionada por poderosos que liquidaron las estructuras de pensamientos razonables. Poderosos que ahora muestran el rostro que nos faltaba ver: la de sentirse elegidos para diseñar un país en donde el interior tiene un lugar subordinado. Ante ello, quienes no quieran jugar a ser víctimas de los supremacistas necesariamente deben optar por elegir ser adversario acérrimos de los mismos.

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